"No hay verdadera curación sin un cambio en la dirección de la vida, sin paz en el alma y sin un propósito claro"
EDWARD BACH
Durante mucho tiempo, no entendía qué me pasaba.
Desde fuera, todo parecía estar bien… pero por dentro, algo se había apagado.
Había días en los que levantarme de la cama era una hazaña. Sentía que había perdido el sentido, que nada me motivaba realmente, y que vivía desconectada de mí misma.
Fue una depresión silenciosa, profunda, que no gritaba… pero que lo decía todo.
Y fue ahí cuando empezó mi verdadero camino.
No fue inmediato. No fue lineal.
Pero fue real…
El día que dejé de huir de mí...
No era fatiga, ni falta de motivación.
Era mi alma pidiendo ayuda… y yo intentando silenciarla con rutinas, exigencias y metas que no eran mías.
Ahí comenzó mi verdadero camino: el de recordar quién soy, qué vine a hacer, y qué parte de mí había olvidado.
.
Y todo cambió.
Recuerdo el trayecto en tren desde Barcelona a la petroquímica de Tarragona.
Afuera, el gris del paisaje reflejaba mi mundo interior: opaco, denso, sin sentido.
Por dentro, me sentía igual: apagada, atrapada en una vida que no me representaba.
Ese fue uno de mis primeros puntos de inflexión.
Durante años, creí que mi malestar era emocional.
Después entendí que era mucho más profundo: era mi alma desconectada de su esencia.
Mis síntomas, mis vacíos, eran mensajes.
Y en ese caos, aparecieron ellas: las flores.
Primero, las 38 flores de Bach me enseñaron a escuchar el lenguaje sutil del alma.
Cada esencia revelaba un estado emocional que yo no sabía nombrar… pero que mi cuerpo vivía en silencio.
Después llegaron otros sistemas florales, como California y Bush, que ampliaron mi mirada y me ayudaron a comprender que la terapia floral no era solo una técnica:
Era un camino de reconexión, de recuerdo, de sanación profunda.
Las flores me enseñaron a mirar dentro.
No para analizar.
Sino para abrazar lo que estaba herido.
Para entender qué me dolía, por qué me dolía… y qué flor podía acompañarme en ese proceso.
Con el tiempo, dejé de pelear con los síntomas.
Y empecé a escuchar lo que las flores tenían para mostrarme.
Mi cuerpo cambió.
Mi energía volvió.
Y mi propósito también.
La terapia floral me devolvió a mí misma.
Y con ella, comprendí que no era yo la que estaba rota…
Sino fragmentada.
Desconectada de mi alma, de mis emociones, de mi verdad.
Hoy, después de más de dos décadas de camino, sé que las flores no solo alivian.
Transforman.
Porque no tapan el dolor: lo traducen, lo iluminan y lo guían hacia su origen.
Por eso creé mi escuela…
Para compartir este lenguaje del alma con quienes sienten el llamado de acompañar desde el corazón.
Porque ser terapeuta floral no es solo aplicar esencias…
Es sostener un espacio de transformación real.
Con respeto, con sensibilidad y con conciencia.
Si tú también sientes ese llamado, estás en el lugar correcto.
Bienvenida.
LO QUE HE APRENDIDO SOBRE LA FATIGA, LA ANSIEDAD Y UN CUERPO QUE YA NO SOSTIENE MÁS
Mi propia experiencia me llevó a comprender, desde dentro, lo que muchos sabios han señalado durante siglos:
la enfermedad no comienza en el cuerpo… sino en la desconexión.
Durante años viví los efectos de un sistema saturado: insomnio, fatiga constante, hambre emocional, nudos en el pecho… y una sensación persistente de estar lejos de mí misma.
No era solo físico. Era profundo. Era vibracional.
El verdadero cambio comenzó cuando decidí volver a mí.
A escuchar mi cuerpo como un mapa.
A leer mis síntomas como mensajes del alma.
Y, sobre todo, a mirar mis emociones con una nueva conciencia: la de las migraciones internas que operan en silencio y nos alejan de nuestra esencia.
Así nació mi método: las Migraciones de los sanadores de Bach.
Una forma de trabajar con las flores que no se queda en lo superficial, sino que explora los movimientos emocionales profundos que nos sacan de nuestro eje, de nuestra verdad, de nuestra frecuencia original.
Este enfoque parte del sistema floral de Bach, pero va más allá:
Observa cómo migramos —emocional, mental y energéticamente— de un estado a otro,
cómo cada flor representa no solo una emoción, sino una etapa de ese viaje interior.
Y cómo, al identificar estas migraciones, podemos usar las esencias para reconducirnos con claridad y compasión hacia nuestro centro.
Hipócrates decía que “las enfermedades no surgen de la nada, sino de pequeños pecados contra la naturaleza”.
Hoy, con otra mirada, comprendo que esos “pecados” no son errores, sino olvidos:
Olvidar tu ritmo.
Olvidar tu verdad.
Olvidar tu alma.
Con las flores, podemos volver a recordar.
Volver al origen.
Volver a casa.
Mi misión es acompañar procesos de sanación profunda desde dentro y formar terapeutas florales conscientes, capaces de escuchar con amor y comprender la biología como un espejo del alma. Quiero entregarte herramientas reales, sensibles y transformadoras para que puedas no solo sanar tu propia historia, sino también guiar a otros desde la verdad, la compasión y la coherencia.
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